Algunas veces no se explicar lo que siento al estar lejos de mi Venezuela.

Leer las noticias sobre mi terruño amado me hace sentir frustrada y paralizada. Siempre pensé que si estás lejos de tu país, hablar sobre sus problemas en una parrilla con un trago en la mano es una falta de respeto. Aún lo pienso y me cuido de caer en eso.

Estoy lejos de ti y me siento irresponsable al hablar y opinar luego de leer un tweet o de ver un video en instagram. Acaso esto me da la certeza de que lo que estoy diciendo es real? Para nada, sobretodo cuando apenas tienes meses fuera del país y sabes que en este momento, en Venezuela, cada día es una historia diferente. Hoy promulgo algo y mañana lo anuló, hoy tengo y mañana no se, hoy estoy de un lado y mañana saltó la talanquera…

La historia que cuentas hoy sobre Venezuela, no estará vigente mañana.

Por este motivo no comento, no hablo, no critico, no hago análisis socio-económicos y menos políticos. Sólo mi madre que no tiene medicamentos y mi hermana que trabaja 12 horas diarias y quedó a cargo del resto de la familia, saben cual es su realidad. Ni Marcos Rubio, Ni Almagro, mucho menos Fernando Del Rincón saben lo que es enfrentar la incertidumbre del día a día venezolano. Un país donde no hay que comer pero se agotan las entradas para los espectáculos. Donde no hay medicinas pero se publican post de apoteósicas fiestas de 15 años. Se agradece el apoyo, al alzar la voz a nivel mundial para hacer un llamado de atención por una situación inexplicable donde, un país con todas las riquezas posibles y con el talento de sus hijos (que ahora se encuentran regados por el planeta), esté apunto de desaparecer de cualquier reporte mundial no solo por la inflación y la pobreza, sino por el nivel de delincuencia y corrupción que permitimos se apoderaran de nuestros espacios.

Aún recuerdo a un compañero en la universidad que decía, en 1994, “no podemos permitir que los malandros nos roben nuestros espacios”. Haciendo referencia a esa actitud que comenzamos a desarrollar, antes del chavismo, de “a fulanito lo robaron en esa parada a las 10am, por eso ya yo no paso por ahí”. Y con esta afirmación en nuestras mentes y corazones nos dejamos quitar el parque de la urbanización, la parada, el puente, el boulevard, el centro de la ciudad, el banco, el colegio, el gimnasio, el centro comercial y hasta la playa. Y así nos fuimos encerrando, nos fuimos desconectando, nos fuimos individualizando. Y aquel colectivo venezolano que en algunos libros destacaba por tener las virtudes de solidaridad, amistad y alegría, se fue  marchitando poco a poco hasta llegar al día de hoy: angustia en la mente, rencor en el corazón, división en las familias, frustración en los espíritus.

Extraño las mañanas de diciembre, el sabor de tu jugo de piña, los tostones con ensalada y una refrescante agua de coco. Extraño como me resguarda el Ávila mientras recorro a Caracas, la brisa marina que enreda mi cabello mientras escucho el mar en mi Isla de Margarita. Extraño la bendición de mi Virgen del Valle y el amor devocional que desborda el día de la Divina Pastora. Extraño descubrir tus paisajes mientras recorro tus carreteras. Extraño el café con los amigos, la hallaca con mi familia, los colores de las personas, los abrazos, reir, bailar y sentirme orgullosa de nuestros artistas. Te extraño mi Venezuela, cada una de tus letras. Desde la mañana hasta la noche. Cada minuto, cada día…

Oro y medito por ti, riego mi fe en ti y procuro contagiar a las personas con la esperanza de volverte a vivir plenamente. No puedo hablar mal de ti porque el amor y las satisfacciones que me diste durante 45 años serán siempre grandiosas e imborrables. Porque mis amores, mis pasiones y mis anhelos están en tus 916 445 km² de tierra fértil, llena de riquezas, de colores cálidos, de paisajes pintados por el mismo Dios… así te la enseñaré Valentina del Valle para que siempre te sientas orgullosa de tu origen sin importar en qué lugar te encuentres.

Tengo años escribiendo sobre lo que para mi es la “salida” a esta crisis y al parecer el tiempo está de mi lado. Permanecer en la resistencia, mantenerte del lado de la justicia, cumplir la norma, hacer valer tus derechos, respetar, ser tolerante y aportar lo mejor de ti en cada una de tus acciones. Y ese es un trabajo personal y de cada minuto. Es decir, el cambio comienza con: tu constancia de ser un buen ciudadano cada día, de cumplir la norma no porque los demás lo hacen, sino porque es lo correcto; ser amable y tolerantecon todos por igual; denunciando todas y cada una de las injusticias SIN TEMER represalias porque la justicia está de tu parte si la ejerces correctamente; y en este momento difícil de Venezuela tu contribución definitivamente tiene que ser la de PERSEVERAR en el propósito de liberar a nuestro país de la tiranía de los corazones oscuros que, por una confusión momentánea, sienten tener el poder total.

Quizás la transición es muy violenta. Todos tenemos miedo a perdernos o perder un ser querido en una emboscada de irracionalidad como la de ayer. Pero desde hace muchos años estamos viviendo en el MIEDO, y el MIEDO paraliza. Miedo a salir a la calle y que nos asalten, miedo de que un malandro nos mate, miedo a que nos secuestren al ir a buscar a los niños al colegio, miedo a que amenacen a nuestras familias, miedo a reclamar lo que nos corresponde, miedo a hacer una cola en el supermercado porque podemos ser agredidos o quedar en el medio de una revuelta, miedo a ir al banco porque no sabemos si al salir nos persiguen, miedo a enfermarnos porque no hay implementos ni medicinas para atendernos… tantos miedos acumulados por más de 15 años es como estar MUERTO en vida. Tampoco quiero que le pase nada a mi hermana o a mis padres, pero si salen con valentía a la calle a reclamar la seguridad, la justicia y la libertad que merecen yo no puedo y no debo impedirlo, aunque la angustia me consuma.

Los verdaderos líderes deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo» Nelson Mandela

Como decía Nelson Mandela: «Los verdaderos LÍDERES deben estar dispuestos a sacrificarlo todo por la LIBERTAD de su pueblo». No me queda más que dejar mis discursos baratos de “No creo en ninguno, todos son unos vendidos, seguro se sientan en la misma mesa con los rojitos,…” y aceptar que esos jóvenes que tiran piedras a los piquetes policiales, que esos abuelos y abuelas que salen a marchar por horas y bajo el sol en busca del país que disfrutaron y en el que criaron a sus familias, que esas madres que han perdido a sus hijos por la delincuencia y la violencia, esos trabajadores que en medio del caos de una protesta hacen lo posible por llegar a cumplir sus compromisos, los comunicadores que arriesgan su vida por llevar la verdad de Venezuela al mundo, o los músicos que cruzan una ciudad entera con su instrumento a cuesta y el riesgo de ser atacados… todos ellos son LIDERES VALIENTES y son mayoría. No me queda más que agradecerles y sentirme orgullosa de ustedes, de mi hermana que asumió la responsabilidad de manifestar ayer y tuvo el coraje (a pesar del miedo) de ayudar a los caídos, de mi vecina Gina que en medio de la violencia y arrastrándose en la azotea de su edificio uso su miedo para transformarse en una reportera gráfica y denunciar el abuso y la violación de los derechos humanos… Dios está del lado de ustedes los de corazón bueno, y ustedes son mayoría. No lo olviden. No esperen al mesías azul, amarillo o naranja que les dirá que hacer. Ya están haciendo lo correcto.

 

Gracias a todos los que salen a la calle con buen corazón, fe, amor y responsabilidad por hacer posible la Venezuela de la cual quiero que Valentina se sienta orgullosa.